El mérito verdadero y la ilusión del atajo

Por: Valerio García Reyes.

Tres arquetipos que definen el destino de una causa.

En toda organización que aspira a trascender emergen, con el tiempo, tres figuras humanas claramente diferenciables. No se distinguen por el discurso ni por la cercanía al poder, sino por su relación con el sacrificio, el compromiso y el propósito. Estos arquetipos —recurrentes en la historia institucional y política— determinan el rumbo real de cualquier proyecto colectivo: el Constructor, el Usurpador y el Equilibrista.

El Constructor es quien sostiene la obra con hechos. Aporta tiempo, trabajo, recursos y presencia, aun cuando el camino es incierto y el reconocimiento escaso. No mide su entrega en función del beneficio inmediato ni condiciona su apoyo a resultados. Permanece cuando las circunstancias se tornan adversas y entiende que el propósito no se honra con palabras, sino con coherencia.

El Constructor no proclama méritos ni exige centralidad. Lidera o acompaña desde la responsabilidad, no desde la conveniencia. Su autoridad no proviene de un cargo ni de una cercanía estratégica, sino del sacrificio sostenido. Cuando la institución necesita ser representada, dar la cara o tomar decisiones difíciles, el Constructor está ahí.

En el extremo opuesto aparece el Usurpador. Es quién Observa los logros, pero evita el camino que los hizo posibles. Desea competir con quien dirige, no para asumir la carga del liderazgo, sino para ocupar su lugar simbólico. Aspira a ser sin haber hecho y considera que el reconocimiento debe preceder al esfuerzo.

El Usurpador se siente exento del trabajo cotidiano, del desgaste silencioso y de la presencia constante. Reclama derechos sin méritos y honra sin responsabilidades. No invierte recursos y, cuando realiza aportes mínimos, los magnifica. Exige que sea el liderazgo quien asuma los riesgos, incluso cuando dispone de recursos iguales o superiores. Su especialidad no es el compromiso, sino la excusa; no es la construcción, sino el reclamo.

Cuando el proyecto exige presencia real, su aporte se diluye. Y ante la exigencia de coherencia, recurre al chantaje emocional: se proclama indispensable, sugiere que sin él la obra no subsiste. Confunde la tolerancia con debilidad y cuando se siente evidenciado ataca sin piedad alguna.

Entre ambos surge una figura más discreta, aunque no menos determinante: el Equilibrista. No confronta ni se entrega. Observa, calcula y ajusta su postura según la fortaleza del liderazgo y la dirección de la balanza. Acompaña, pero con reservas; apoya, pero sin exponerse. Su compromiso nunca es pleno, porque su prioridad es preservar sus opciones.

El Equilibrista aparece cuando el contexto le es favorable y se repliega cuando el esfuerzo exige tomar posición. No abandona del todo ni se involucra por completo. Prefiere la ambigüedad, porque en ella conserva margen de maniobra. Su apoyo está siempre condicionado por el “por si acaso”.

Cuando el proyecto demanda dar la cara, sostener el propósito o asumir costos personales, el Usurpador se excusa y el Equilibrista observa. Uno evita; el otro espera.
Las instituciones con sentido no se sostienen sobre discursos brillantes ni equilibrios calculados. Se construyen desde el sacrificio del Constructor. Al final, la realidad ordena cada arquetipo en su lugar: revela quién edificó, quién intentó apropiarse y quién esperó a ver quién ganaba antes de comprometerse.

El liderazgo auténtico no se disputa desde la comodidad, no se hereda por autoproclamación o designación, ni se negocia desde la tibieza. Se construye con presencia, sacrificio y fidelidad radical al propósito. Todo lo demás es ruido transitorio.

Los proyectos con sentido, propósito y firmeza sobreviven a la ausencia de quienes solo acompañaban de palabra. Lo que nunca perdura es la ficción del mérito sin esfuerzo, porque la realidad —siempre— termina revelando quién lo dio todo por una causa y quién solo buscaba su propio interés individual.

El autor es Presidente de la Hermandad y denla Alianza Mundial de Veteranos, así como pasado Rector de la Universidad Nacional para La Defensa y Pasado Rector de la Universidad del Caribe.

Compartir