“La salvación es individual”. Una frase que nació como enseñanza espiritual hoy se ha convertido en un escudo de egoísmo para muchos que, al alcanzar prosperidad, se olvidan de las luchas colectivas que alguna vez los sostuvieron.
La repiten con orgullo quienes, desde sus comodidades, creen justificarse por no tender la mano. La usan como excusa para no devolver lo que recibieron y, peor aún, como un arma para restregar su éxito en la cara de sus amigos y compañeros de camino.
Pero la verdad es clara: esa versión distorsionada de la frase no es más que un disfraz de soberbia y vanidad. Porque quien de verdad entiende la responsabilidad individual, sabe que su deber no es apartarse del grupo, sino contribuir para que otros también alcancen la meta.
El egoísmo ha hecho que muchos olviden que ningún triunfo personal vale la pena si se logra a costa de pisotear a los demás.
La salvación podrá ser individual, pero la grandeza del ser humano se mide en cómo logra que otros también encuentren su camino al éxito.
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